viernes, 7 de agosto de 2009

EL PENSAMIENTO DE ORTEGA Y GASSET (1883‑1955)

§ 1 LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA.
En gran medida la filosofía española permanece oculta. No ha habido grandes personalidades que marquen el pulso filosófico de los tiempos. Sin embargo, de una manera ocasional un nombre se descuelga y señala el carácter de una labor callada pero intensa. Hace dos mil Séneca veía la luz en Córdoba, y con él se iniciaba un proceso una actividad no por callada menos dinámica e intensa. El escolasticismo medieval y moderno nos proporciona los nombres de personalidades inscritas en una tradición filosófica cuyos ante­cedentes se remontan a Aristóteles y Platón. Y en el Renacimiento destaca una personalidad en el plano filosófico: Juan Luis Vives. Las causas de la ausencia de nombres son complejas y hasta el momento presente no se han sabido o no se han querido explicitar de un modo suficiente. Tal vez el vacío no necesite de suyo demasiadas explicaciones. Por lo que pasamos calladamente la página de estos años silenciosos de aparente ausencia de pensamiento, y nos centramos en los albores de la presente centuria que está a punto de concluir.

§ 2 La filosofía española contemporánea.
En el siglo XIX se produce un momento de inflexión, en Europa, pero tam­bién en España. La generación de 1898 supone una época dorada para la lite­ratura y el idioma español, pero también para el pensamiento. Algunos ensa­yistas también muestran preocupaciones filosóficas.¿Dónde encontrar la fron­tera entre el mundo de los sentimientos y el ámbito del pensar? Montaig­ne, fundador del ensayo, pasa por ser un literato, aunque también es un pensador sólido. Lo mismo ocurre con Unamuno. Azorín presenta una trayectoria marcada por el influjo de Montaigne sobre su persona, como sobre su estilo. Otros, en fin, recurren con preferencia al ensayo político y literario, en sentido amplio (Ramiro de Maeztu, Baroja). Unamuno, el principal, no es ajeno al en­sayo como género literario, pero fue más a la raíz, al fundamento. El funda­mento primario, el sentido originario o está en el hombre «de carne y hueso» o no está en ninguna parte. La respuesta positiva a esta disyuntiva le per­mite colocarse como de un salto, con todo el problematismo que ello implica, en el género de ideas y de problemas contemporáneos.
Unamuno abrió el camino, pero fue Ortega y Gasset quien dio el paso de­finitivo, al asentar su pensar en el curso de una tradición lingüística, (por pensar en español) y filosófica, por asumir, llevar a cabo y ser continuador de una tradición multisecular cuyo origen se remonta a la Grecia Antigua. Además de instalar su pensamiento en el pensar, fue el centro y catalizador de un ambiente filosófico, intelectual de vasto alcance, así como el funda­dor de una escuela filosófica, «La Escuela de Madrid», única escuela filosó­fica contemporánea que se ha dado en el mundo hispánico, que yo sepa. En ella se integró lo mejor de la inteligencia española, y pudo formarse una Primera Generación de pensadores que recibieron de manera directa el influjo y el magisterio de Ortega, que además de ser un gran sabio humilde (un amante del saber, esto es, un filósofo en sentido propio) era una gran personalidad. Y a partir de esa generación de discípulos directos se enriqueció notablemente el paisaje intelectual de España. Entre los nombres significativos, sin pre­tender agotar el número, señalaremos aquí a García Morente, a Xavier Zubiri, a Julián Marías, a Rodríguez Huescar y a Ferrater Mora.

§ 3 El marco Histórico, filosófico y cultural
El pensamiento de Ortega y Gasset de despliega a lo largo del siglo XX, Se trata de un pensador que ejerce su magisterio y su doctrina dentro de ese siglo XX. Es esta época se desarrollan corrientes filosóficas tan importantes como la fenomenología, de Edmund Husserl y M. Scheler, el psicoanálisis de S. Freud, el vitalismo de Nietzsche, y, sobre todo de W. Dilthey, el Neokantismo de la escuela de Marburgo, en cuyo seno se formará ortega y Gasset, el existencialismo, etc. Solo para citar las corrientes centroeuropeas, dado que Ortega y Gasset, tras acabar sus estudios en la Universidad central de Madrid (se licencia en 1902) estuvo estudiando en Alemania (en Leipzig, 1905) y vuelve en 1907, siguiendo estudios en Berlín y en Marburgo, fruto de estos viajes fue un conocimiento profundo de la filosofía de su tiempo, en concreto tuvo acceso a la fenomenología, el vitalismo, el neokantismo, en algunas tesis se adelantó al existencialismo de Heidegger, corrientes estas que permitieron un diálogo filosófico lo que le permitió y organizando y gestando una doctrina que presenta una sello característico: el raciovitalismo, o la razón vital, y es que el tema de la vida apenas se había tratado desde la razón.
ORTEGA Y GASSET (1883 -1955)
A.— LA VIDA
Nace en Madrid, el 9 de mayo de 1883. En 1897 acabado el Bachillerato, estudia Derecho y Filosofía, primero en la Universidad de Deusto, Luego, en la Universidad Central de Madrid, doctorándose en 1904, con una tesis sobre «Los terrores del año mil». Marcha a Alemania, en 1905 a perfeccionar sus estudios. Estudia en Leipzig, Berlín y Marburgo, conoce la filosofía neokantiana y el vitalismo de Dilhey. A su regreso a Madrid, obtiene la cátedra de Psicología, Lógica y Ética de la Escuela Superior de Magisterio en 1908. En 1910 obtiene la Cátedra de Metafísica. En 1914 publica Meditaciones del Quijote. En 1924 funda la Revista de Occi­dente. En 1929 renuncia a la Cátedra como gesto de oposición a la dictadura del General Primo de Rivera. Se clausura la Universidad Central y Ortega imparte el curso ¿Qué es filosofía? En el cine Rex y, luego, en el teatro Beatriz. En 1931 con Pérez de Ayala y Gregorio Marañón funda la Agrupación en defensa de la República, tras intervenir en los debates sobre el Estatuto de Cataluña, se disolverá dicha agrupación, al año siguiente. Esto supondrá su retiro definitivo de la vida política. En 1936, el 20 de julio se traslada a la Residencia de Estudiantes, exiliándose en París. Viaja a la Argentina y, de regreso a Europa, se instala en Lisboa. Regresa a España en 1945. Es conferenciante y viajero, a la par que escritor en periódicos y revistas. La muerte le sobreviene el 18 de octubre de 1955
B.— LA OBRA
─ Meditaciones del Quijote (1914) ─ ¿Qué es filosofía? (1947,1958)
─ España Invertebrada (1921) ─ Idea de principio en Leibniz (1958)
─ La rebelión de las masas (1930) ─ Origen y epílogo de la filosofía (1960)
─ Historia como sistema (1941) ─ Unas lecciones de metafísica (1965)
─ El hombre y la gente (1957) ─ Sobre la razón histórica
El libro ¿Qué es filosofía?, no es propiamente un libro, es un curso de filosofía pronunciado en el cine Rex y luego en el teatro Beatriz, en febrero de 1929. El teatro fue alquilado para tal efecto. El motivo de tan insólita decisión fue el cierre de la Universidad Central, y su renuncia a la Cátedra. Y aunque había que pagar una matrí­cula, reducida a la mitad para los estudiantes, asistió un público muy numeroso y heterogéneo que con­tribuyó a llenar la sala. Posteriormente, las lecciones que componen este curso fueron recogidas en el Tomo VII de las Obras Completas (de 1947) y más tarde, en edición independiente (Madrid 1958). Desde este punto de vista Ortega escribió muy pocos libros. Los más importantes títulos, en realidad son recopilaciones de artículos (La rebelión de las masas) o cursos como este que ahora tratamos.
La lección X es interesante dentro del pensamiento de Ortega porque en ella se examina de una manera completa y rigurosa, la estructura de la vida humana, entendida como realidad radical, esto es como aquella realidad desde la cual es posible entender no solo la realidad que soy yo, sino toda otra realidad. Debemos señalar lo innovador del planteamiento, y como esta realidad más fundamental viene a ser culminación de un proceso de pensamiento que tiene en cuenta no solo el pasado filosófico (idealismo, realismo, etc,) sino una discusión con los planteamientos filosóficos del presente.
Como el tema de pensamiento de Ortega sigue muy de cerca esta lección X, el comentario lo reservamos para la doctrina.
C.— LA DOCTRINA
Introducción: Años de formación y madurez
En el pensamiento de Ortega puede observarse una progresión gradual ascendente, desde sus inicios, hasta dar con la clave de una doctrina que estaba pidien­do que alguien la hiciera consciente y necesaria, que alguien la pusiera por escrito; una doctrina en donde par­tiendo de la tradición filosófica, y teniéndola presente, supusiera un cam­bio, un retorno hacia un principio más radical si cabe y esto sin romper con los procedimientos al uso que son ló­gicos, racionales. Su doc­trina ha sido denominada con el nombre de raciovi­talismo. Esto supone el descubrimiento de la vida, por un lado; y que la vida, puede captarse, aprehenderse, con las categorías de la razón, pues, de otro modo, no sería inteligible. Por eso es preciso tener cuidado con el con­cepto de razón que maneja Ortega; no se trata, en efecto, de una razón pura, matemática, ni de una razón física, cosmológica, ni tampoco del concepto de razón que suele utilizarse en las ciencias biologistas. La razón de que habla Ortega tiene en cuenta todos estos aspec­tos de la razón, pero postula una dimensión más profunda y radical, como el dar cuenta de sí mismo, del modo en que uno vive.
§ 1.— LA FILOSOFÍA COMO BÚSQUEDA DE RADICALISMO.
Ortega y Gasset en su madurez intelectual encuentra un muevo principio para el filosofar. Este encuentro está atestiguado desde 1914 época en que escribió sus Meditaciones del Quijote. En 1924 en El tema de nuestro tiempo, lo perfila con una mayor claridad. Y en este curso, alcanza una de sus cimas más maduras. Esa realidad radical es mi vida. Pero, para darse cuenta de la importancia de esa afirmación: realidad radical, es preciso saber que es realidad y qué es radical.
—El Concepto de realidad. (Realitas, res, las cosas).
Para los antiguos la reali­dad son las cosas; para los modernos la reali­dad se circunscribe a la intimidad, a la subjetividad, porque lo que genera la realidad es el cogito del Yo. Para nosotros ──afirma, p.216── significa vi­vir, por tanto intimidad de uno consigo mismo y con las cosas. Pero, además, se da cuenta de que esa realidad no es radicada en otra, sino que ella es principio y fuente de sentido; por ello afirma que es radical, la vida es la raíz radical; todas las demás realidades tienen su asiento, su fundamento en la vida. Es preciso, pues, examinar la vida. El examen que hace Ortega es un tanto descriptivo y se aparta en alguna medida de lo que numerosas ciencias entienden por vida. Ortega piensa que la razón científica, (de fines del siglo XIX y principios del siglo XX) es radicalmente insuficiente para aprehender el sentido emer­gente de la vida en la plenitud de significaciones que conlleva, por lo que es preciso hacer un esfuerzo intelectivo que, por otro lado, lejos de apar­tarse del concepto de razón lo aplica en una dimen­sión más profunda, casi inédita.
§ 2.— EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO.
¿Cual es el gran tema de nuestro tiempo? Sin duda alguna la vida hu­mana. En nuestro tiempo se ha asistido al surgimiento de una realidad nueva, que no es otra sino la de la vida. Este hecho de importantes consecuencias se barruntó a fines del siglo pasado, con Nietzsche, con Kierkegaard y otros significados pensadores. Todo el ambiente filosófico postulaba la necesidad de un cambio en el orden y función de las ideas. Una de ellas, la Idea de Hombre se abre camino imparable. Pero en realidad sólo entiendo al hombre desde la perspectiva de su vida, por ello, el verdadero tema no es el hombre sino algo íntimamente relacionado son él, su vida, la existencia humana. «Si no se nada de mi mismo, esto es de mi vida ¿cómo podré saber algo del mundo en que vivo y de Dios»? dice Max Scheler (El puesto del hombre en el cosmos) Así pues, el sentido del hombre, el sentido del mundo y el sentido de Dios, viene dado desde la vida del hombre que como hemos dicho es la raíz radical.
§ 3. —LA VIDA HUMANA EN EL HORIZONTE Y EL HORIZONTE VITAL
Queremos entender esta realidad nueva. Sólo disponemos de las palabras, de los términos que nos transmite la lengua; vocablos de uso corriente que, en principio, carecen de una significación técnica, filosófica. (Empezarán a tenerla a partir de la reflexión iniciada por Ortega y se asentará con sus seguido­res y discípulos). Debemos suponer sin embargo, que si la nueva reali­dad emergente es la realidad de la vida, ésta no ha salido de la nada. Es una consecuencia que se produce en el interior de una tradición multisecular; es preciso tener en cuenta y asu­mir dicha tradición filosófica. Como no es po­sible hacer un estudio completo de la historia de la filosofía, Ortega repara en dos momentos importantes de la Historia que han trasmitido sus mensajes, al mismo tiempo nos han dejado una radical insuficiente. Estos dos momentos que ahora entra­mos a valorar e interpretar son el realis­mo y el Idealismo. El realismo se remonta sin duda a Aristóteles, el Idealismo a Platón. En la presente ocasión sólo trataremos el segundo.
a.— Insuficiencia del realismo; O filosofía de las cosas. Según esta doctrina, que se remonta a Aristóteles, pero que en el momento presente ha adoptado las formas del naturalismo, del biologismo y del espiritualismo, la vida humana no puede reducirse a ser una mera «cosa». No es, pues, una «cosa», dentro de la cual se encuentran otras «cosas». Ortega piensa que la vida humana no tiene una consistencia fija y dada de antemano, a semejanza de las «cosas» que pueblan la naturaleza: una piedra, un guisante, un animal; por ello no puede ser definida al modo como se definen las cosas diciendo que posee una naturaleza, una sustancia, una estructura más o menos fija. El realismo y el naturalismo han fracasado a la hora de pretender entender y explicar la vida humana. Por eso cree nuestro autor que a la vida humana hay que despojarla de toda cosidad o cosificación, de toda sustancialidad. La vida humana es un drama, un faciendum. (His. como sistema)
b.— Insuficiencia del idealismo; El idealismo es una corriente de pensa­miento que tiende a solucionar el problema del conocimiento en el interior del sujeto, en su pensamiento. Si yo pienso las cosas, es indudable que mi pensamiento existe, y que en cierto modo la existencia de las cosas depende también de mi (p.217). Pero el idealismo tiene una vertiente problemática, insuficiente a todas luces; si nos preguntamos qué son esas cosas que depen­den de mi (pensamiento) y respondo, de acuerdo con los idealistas, que esas cosas son tan sólo contenidos de mi conciencia; entonces Ortega no puede estar conforme. Porque es un contrasentido, como afirmar un cuadrado redondo. Las cosas por mucho que se diga no son ingredientes, ni de mi conciencia, ni de mi espíritu; sino al revés, al entrar en contacto mi conciencia con las cosas me doy cuenta que mi conciencia es diferente, que son otras las cosas, diferen­tes e independientes de mi. Aquí, sin señalarlo, está aludiendo al concepto de intencionalidad. La conciencia no es una entidad cerrada sino abierta, un campo que se extiende hacia fuera, hacia lo otro. Porque la conciencia es intencional no se da sin el darse cuenta, es preciso lo otro, el objeto para que la conciencia se ejercite y explicite. Y esto no lo tuvo en cuenta el idealismo y por eso es radicalmente insuficiente.
Ortega estimaba el idealismo, a pesar de su carga de insuficiencia, una rémora pesada que arrastraba durante siglos, y es que uno es fiel a lo que estudia, a pesar de reconocer con el tiempo y la madurez su falta de consis­tencia. Por eso vuelve sobre él, repetidas veces, a analizarlo para entresacar su porción de verdad.
§ 4.— SUPERACIÓN DEL IDEALISMO
La superación del idealismo viene dado en relación con esta intenciona­lidad a que estamos aludiendo: «si existe sujeto existe inseparablemente ob­jeto, y viceversa. Si existo yo que pienso, existe el mundo que pienso» (p.218) Obsérvese que estos juicios se enuncian desde una postura estricta­mente car­tesiana, idealista, para que se vea mejor el contraste. Esto supone un hecho nuevo, el hecho de la coexistencia, y luego se agregan una serie de afirma­ciones intencionales. Coexistir es ver yo algo que no soy yo, amar yo a otro ser, sufrir yo de las cosas. Y es que si no se da ese algo, no se da mi per­cepción, si no existe el otro distinto al que mi amor tiende, no se daría mi amor; si no se dan las cosas no podría darse mi sufrimiento por ellas, de modo que tanto el percibir, el amar como el sufrir son intencionales.
§ 5.— EMERGENCIA DE LA REALIDAD RADICAL: EL VIVIR, LA VIDA.
Una vez superado el idealismo deberemos reparar en qué es lo verdadera­mente primario, radical. Lo primario del universo es el «vivir» (p.221) Esta es la verdad nueva, casi inédita, el gran descubrimiento. El vivir, la vida es, pues, un hecho primario. La idea de hombre sólo aparece desde mi vida, en el curso de mi existencia; por tanto, es una realidad fundada en mi vivir. Y lo mismo puedo decir de las demás ideas, de mundo, libertad, Dios, tienen su fundamento en mi vivir. Aquí aparece una interesante distinción entre raíz radical y raíces radicadas.
—Raíz radical y raíces radicadas: Por raíz radical entiende una raíz primaria, básica y fundamental que sirve de punto de partida y de donación de sentido a diversas realidades existentes. Estas otras realidades por fundar­se en esta realidad fontanal se denominan realidades radicadas o fundadas. Su ser depende de esa raíz; pero esta raíz primaria, radical, no depende de otra cosa ajena o externa para comprenderse.
Señalaremos de pasada que esta realidad que es el vivir es un descubri­miento epocal, relativamente reciente; sin embargo, pueden mostrarse­ algu­nos antecedentes en el pasado filosófico e histórico. Todos aquellos pensadores que con conciencia lúcida repararon en la importancia de la existencia para el desarro­llo del pensamiento, y entre las personalidades más destacadas te­nemos a San Agustín, a Pascal, a Nietzsche y a Kierkegaard.
§ 6.— ATRIBUTOS DE LA VIDA
Atributos son perfecciones. En la Edad Media se aplicaba este concepto a Dios, realidad suprema (Atributos de Dios). En Ortega implican si no perfec­ción en un sentido acabado, si perfectibilidad, o , cuando menos, algo con lo que el hombre debe contar de un modo necesario algo así como una conditio sine qua non. En el presente libro señala el autor una serie de atributos o perfectibilidades que el hombre encuentra en su vivir y que son intrínseca­mente necesario para que se despliegue su vida en el doble plano espacio‑ temporal. La siguiente lista no pretende agotar al hombre en su humano vivir, sino ser tan sólo un botón de muestra, un reparar en esencialidades insoslayables, en donde se muestra a las claras la gran penetración intelectual del Ortega maduro. Estos son:
a] Que es mía.
Afirma: «Vida es lo que hacemos y lo que nos pasa»(p.226) Siempre esta­mos haciendo algo. El vivir es una realidad extraña y única que existe para sí misma. Todo vivir es vivirse, sentirse vivir, saberse existiendo. Este saber no implica conocimiento intelectual puro; contiene otros ingredientes: la percepción, el sentimiento. La piedra ni se siente ni se sabe. Por el con­trario el vivir humano tiene un ingrediente de revelación, de descubrimien­to, de nosotros mismos; también del mundo que nos rodea, nuestra circunstan­cia. Las fases del descubrimiento van del nosotros al yo, o mejor a lo mío, a tomar posesión de esa realidad que soy yo, que es mía.
Observa Ortega que este carácter de autoposesión vital es el que falta al demente, al loco; y es lo que nos lo hace tan inquietante y desazonador; por estar enajenado; esto es, fuera de sí mismo. Una máscara de la vida auténtica. El loco no se sabe a sí mismo, dice.
b] Que es mundanal o se despliega en un mundo.
Si vivir es lo que hacemos, el hacer está suponiendo la idea de ámbito o Mundo, donde se encuadre la acción. La vida es mundana. Mundo, en la acepción actual, no es una cosa ni una suma o agregado de cosas, sino el ámbito donde se encuentran las cosas y donde yo me encuentro. Vivir, pues, es comprender­se en un mundo, es encontrarse a sí mismo en el mundo, ocupado con las cosas y seres del mundo. Heidegger, pensador contemporáneo, afirma que el hombre es un Ser en el mundo (In der Welt sein). El mundo forma una estruc­tura for­mal. Desde muy temprano se percató Ortega de que el vivir no es posible si no hay un orbe o mundo lleno de otras cosas, objetos o criaturas, distintos de mí, y que forman conmigo una unidad estructural; es lo que expresaba con la esa frase célebre: «Yo soy yo y mi circunstancia», si no gano mi circunstancia no me gano yo, y si la pierdo me pierdo yo. Todo vivir, señala (p.229) es ocuparse con lo otro que no es uno mismo, todo vivir es convivir con una circunstancia.
c] Que es convivencial.
Es otro rasgo fundamental que encontramos en la relación hombre‑mundo. El hombre, mejor, la persona, forma parte de un mundo, participa del mundo, esto es, se ocupa de las cosas que encuentra (y también de las personas, que no son meramente cosas) y la relación es tan directa, tan intensa, que nues­tra vida depende tanto de lo que sea nuestra persona, como de lo que sea nuestro mundo. Hay, pues, dos polos, el del hombre y el del mundo. No pueden ni deben desconocerse, pero tampoco darse por separado, aislarse, si se quie­re comprender el hecho radical del vivir. Desde el polo de la persona vivir es enfrentarse al mundo; desde el ángulo del mundo, este se compone sólo de lo que nos afecta, y lo que nos afecta es inseparable de nosotros de nuestro azaroso o seguro vivir.
d] Que es imprevista.
El azar, la seguridad o inseguridad, es el hilo conductor para compren­der el nuevo atributo vital que aparece ante nosotros. Que la vida es siem­pre imprevista. Esto resulta inteligible cuando reparamos en que la vida nos ha sido dada, pero no hecha. «No nos hemos dado a nosotros la vida, señala (p.230), sino que nos la encontramos al encontrarnos con nosotros mismos». Pero con este término se incluyen más cosas, por ejemplo la posibilidad y, sobre todo, la libertad, fundada en esa radical imprevisibilidad. Dentro del mundo en que me encuentro se abre un núcleo de posibilidades de hacer o no hacer, de voliciones y noliciones. Si vivir es hacer, si la vida nos ha sido dada, pero no hecha, entonces no tengo más remedio que irmela haciendo y para ello tengo que elegir, ¿de qué manera? ¿de un modo determinado, unila­teral, sin poderme salir de un camino previamente trazado? No. Por la radical imprevisibilidad de mi vida se está haciendo patente una de las estructu­ras formales del vivir humano: su libertad. No es que el hombre tenga más o menos libertad, en todo caso la libertad es algo que puede perderse, sino que la libertad es un constitutivo de la persona. Ser hombre es ser libre. Y además es una libertad, rica en posibilidades, que me libera que me lleva al interior del ser, de mi vida y a comprender mejor la realidad, la circunstan­cia en que me encuentro. Esta libertad radica en la decisión, existencial, vital.
ε] Que tiene una trayectoria.
El hacer del hombre es plural y vario. Numerosos, incontables son los actos que realizamos al cabo del día poniendo en práctica nuestra decisión libre para elegir esto más bien que aquello otro. Pero, a pesar de no haber una orientación predeterminada a todos y cada uno de nuestros actos, al cabo de un tiempo, cuando hacemos un alto, y nos tomamos un instante de reposo, y lanzamos nuestra mirada hacia atrás, al pasado, a lo ya sido, se pergeña ante nuestra vista una trayectoria más o menos difusa o continua, un camino recorrido, una etapa ya superada. Es la trayectoria vital, de cada cual; es el resultado del hacer, del quehacer vital. (Ortega decía que la vida da mucho quehacer) porque los actos que realiza­mos, no se desprenden de nosotros sino que forman una urdimbre íntima, personal e intransferible, que es nuestra propia y peculiar biografía. Y esta trama personal puede contemplarse, según Ortega, como una trayectoria que forma un sustrato íntimo, rico o pobre, lleno o vacío de toda persona, y que en sus perfiles, en sus aristas funda­mentales puede contemplarse desde dentro o desde fuera.
f] Que es temporal.
Ahora nos enfrentamos con el atributo más íntimo del vivir humano: la temporalidad, porque el humano vivir es algo que se despliega en el tiempo. El camino recorrido es hacia dentro. Vivir es decidir constantemente lo que vamos a hacer y lo que vamos a ser, porque nuestro hacer es nuestro ser. Pero lo que vamos a ser es algo que no somos (ahora); es algo que seremos,(luego, en un futuro próximo o lejano). Reparamos en este hecho: la vida tiene una dimensión huidiza, futurizante. Lo que hacemos, nuestras decisiones, tienen una dimensión de fututo. Desde este futuro, como límite que se escapa de nosotros, pero hacia el cual nos dirigimos, reparamos en que nuestra vida está constituida por una sucesión de actos; una sucesión en el tiempo, y nos sobreviene, un sentimiento interno de ese decurso temporal siempre fluyente. La vida humana tiene tres manifestaciones temporarias. Son: el pasado, el presente y el futuro. Ortega repara en la importancia del futuro, como un toparnos radical y primario, ya se nos aparezca ésta, la vida, como proyecto de realización o como cumplimiento de nuestras posibilidades, en todo caso «la vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante»

No hay comentarios:

Publicar un comentario